Sinopsis
La expansión del cristianismo en el Imperio romano continúa siendo una incógnita para los expertos. ¿Cómo logró un grupo mistérico del Mediterráneo oriental desarrollarse hasta sustituir a los reputados y bien financiados cultos que contaban con el apoyo del imperio y de la aristocracia? ¿Y cómo pasó a convertirse en el siglo V en la religión oficial? La lógica de las respuestas tradicionales destaca la altura de la doctrina propuesta por los cristianos, su acalorado celo, el eficaz proselitismo y hasta la sobriedad de su propuesta moral. A lo largo de este libro se propone una lógica alternativa, cuyo punto de inicio es la práctica de la paciencia, virtud que ha de configurar a quienes piden hacerse cristianos. A ello se suma el esfuerzo por cambiar el propio modo de vida (habitus), que exige apartarse de los usos y costumbres de la sociedad. Finalmente, la obligatoriedad de la catequesis y del culto como medios que atestiguan la acción invisible de Dios en la historia y ayudan a perseverar con paciencia en la opción cristiana. El legado de la primera Iglesia, que sintetiza la frase de Cipriano: «Nosotros no hablamos de cosas sublimes, sino que las ponemos en práctica», recuerda la necesidad de revisar el modo de vida cristiana en la sociedad y recuperar la paciencia como expresión de una fe pacífica, dialogante y esperanzada.