Sinopsis
La vida, como todo el universo, como todas las cosas de la naturaleza, como nuestro propio cuerpo, tiene su ritmo; un ritmo que no podemos alterar si es que deseamos que nuestra vida conserve la armonía dispuesta por el Creador.
Es prudente, sabio y feliz quien acepta el proceso de su vida en cada una de sus diversas etapas; quien colabora y se adapta al mismo de manera pacífica, sin pretender alterar sus leyes.
Es feliz quien comprende que cada edad tiene su encanto y sus ventajas y sabe aprovecharlas.
Cuando ha avanzado la noche se oye mejor el silencio. Se oye el despertar de los ruidos que anuncian la alborada; está a punto de sorprendernos la refulgente estrella de la mañana. Es tiempo para saborear horas de paz y de gracia; tiempo de creatividad espiritual; tiempo para apoyar a las generaciones jóvenes; para aceptar una serie de limitaciones que nos permiten situarnos en lo esencial; para reunir tesoros tal vez ignorados de nuestra vida; para convertir la posible y buena soledad en universal apertura. Tiempo para vivir en la alegría del Espíritu.